Sebastián Campeador se ve obligado a desplazarse a causa de la crisis mundial y subsiste en condiciones de penuria económica por tierras de Castilla y León. Allá conoce a Diego, El Rancho, patriarca del pueblo gitano, arreglador de conflictos. A través de las tertulias que mantienen siente fascinación por las acciones correctoras de un "juez" gitano y decide indagar en el conservadurismo de la etnia, profundamente arraigado en la trayectoria de los primeros nómadas gitanos que llegan a tierras españolas a mitad de la segunda década del siglo XV. Sebastián se interesa por las costumbres de la etnia: el nomadismo, la prueba del pañuelo, el pedimento, el remojón de la vara, el dialecto de los Rom y otras liturgias étnicas. Durante la investigación se introduce en la memoria del pueblo gitano y desenmascara infinidad de hostilidades que reciben del pueblo castellano, así como represiones y sometimientos forzosos a esterilización femenina para evitarles la proliferación de la raza. Las pragmáticas del clero y de la corona de Castilla y Aragón acuñan el eslogan de una sola religión, una única lengua y una sola e inseparable cultura castellana y salen a la caza del mudéjar, del judío y del nomadismo gitano. A consecuencia, a través de las pragmáticas de Medina del Campo y de las Cortes de Castilla y Aragón, el reino de Castilla discrimina, martiriza, persigue y secuestra a niñas y niños de padres gitanos para entregarlos en adopción a los lugareños de la tierra y educarlos en las tradiciones de los castellanos.