Mucho es lo que se ha contado sobre el legendario jinete del Este, Atila el huno, de quien se dice que aprendió a cabalgar antes que a caminar. Y no es para menos. Logró llegar hasta las mismísimas puertas de Roma después de hacer peligrar Constantinopla y destrozar cada pedazo de la Galia. Despertó el odio en las más profundas cunas de la civilización y alcanzó las expectativas de todas y cada una de las profecías de su pueblo. Atila construyó su destino a golpe de espada, y éste ha quedado grabado para siempre en la eternidad. Pocos saben, no obstante, que fue mucho antes cuando libró la mayor de sus batallas, en tiempos oscuros y a menudo misteriosos para los historiadores de antes y de ahora. Y precisamente en esos tiempos remotos es donde comienza nuestra historia. Porque toda leyenda tiene un comienzo que merece la pena ser contado.