Es un análisis de la Gestión Cultural, una profesión en ciernes a la que el autor juzga en voz alta para llamar la atención de los artistas, promotores y gestores del arte y la cultura que han hecho del precariato un modelo de gestión, quizá porque el emprendurismo, en el que creen desarrollarse, da cierto glamour. Muchos lo llaman amor al arte, otros, granito de arena; pero el autor afirma llamarlo por su nombre: "salario emocional". En la segunda parte del libro se plantea cómo podemos comenzar a salir del precariato, a través de una formación basada en competencias profesionales y mediáticas, que abran paso a la generación de un nuevo agente: el Agente Cultural. Lara González agrega: "Creo que se puede vivir dignamente del arte y la cultura, pero no de la manera en que se viene planteando su proceso de creación, promoción y gestión".