Desde los albores de la civilización, si es que así se le puede llamar a la forma en que los humanos iniciaron a vivir de manera comunal, como tribus nómadas en un principio y posteriormente en agrupaciones sedentarias que con el tiempo se convirtieron en pueblos, después en ciudades y finalmente en países, los niños de todas las culturas que han existido, siempre le han tenido un miedo inexplicable a los monstruos.

Estos seres irreales, pero a veces muy reales, se presentan de mil maneras y de diferentes tamaños y características, casi siempre moldeadas por la imaginación de los niños, de acuerdo con su cuna, familia, parientes y amigos.

Es curioso como las personas en general, casi nunca nos damos cuenta que es bueno y que es malo para nosotros y comúnmente tomamos lo bueno como malo y lo malo como bueno. Juzgamos a los demás y a la mayoría de las situaciones que se nos presentan cotidianamente, por lo general antes de revisar, analizar o por lo menos cavilar por breves instantes sobre cada caso.

De esta, manera, la mayoría de las veces consideramos amigos a los enemigos y enemigos a los amigos, ya sean personas, momentos de vida, lugares y hasta cosas animadas o inanimadas.

Los mortales no tenemos muy claro cómo es que cada quien adquiere la capacidad para acoplarse, defenderse, evadirse o blindarse en contra de las calamidades de nuestra triste realidad como seres humanos.

Tan perfectos y tan frágiles al mismo tiempo, que cualquier pequeña situación, microorganismo, maltrato, desatención y hasta un comentario en el momento más inoportuno nos puede destruir de muchas maneras, aún sin que lo sepamos de inmediato.

La solución que encontró Micaela, casi como regalo divino y sin proponérselo por simple que parezca, de una manera espontánea que solamente le nació, fue soñar y escaparse a un mundo ideal creado en su todavía pequeña mente.

"Tengo una Verdadera Vida a pesar de mi Vida Real"
- Micaela